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viernes, 10 de junio de 2016

NUEVA CORRIENTE..... LA MODA DE QUEJARSE!!!


Observo mucho y tomo aquellas tendencias que parecen más interesantes. Ahora veo que lo último de lo último, lo que resulta ser más in, y que levanta pasiones, es sin duda quejarse. Echar la culpa a todo el que se mueva, y no parar de regalar lindas palabras a todo el que nos rodee. 
Hay personas que siempre están hablando de sus dolencias corporales y de todo aquello que les aqueja.



Me pelo de frío. Me aso de calor. No me gustan los domingos. Odio los lunes. Qué asco de tráfico. Está lleno de bichos. Me duele la cabeza. Ya se ha vuelto a quedar colgado el ordenador. Cuánta gente. Le falta sal. Está demasiado salado. Qué lento. Qué sucio. Qué caro. Qué feo… Si se pusieran sobre el papel, el diccionario de las quejas cotidianas de la mayoría de nosotros probablemente sería más voluminoso que Guerra y Paz. 



Tienen poca capacidad para interesarse por los que les rodean. Cansan a quienes les acompañan y suelen promover sentimientos ambivalentes, pues siempre justifican lo poco que hacen por los demás. No pueden ser generosos con su entorno porque toda su atención la tienen concentrada en su propio yo. Esto provoca que siempre estén hablando de sí mismas y protestando de sus malestares. Se quejan muchísimo, se ponen de mal humor y siempre se imaginan lo peor. 


Ahora en serio…¿Verdad que apetece salir con unos tapones en los oídos para no tener que escuchar tanta queja? Todos tenemos algo de responsabilidad, porque en vez de atender a lo que nos están diciendo y cortar de la mejor forma, echamos muchas veces más leña al fuego.

Reconozco que en el pasado he sido un especialista, y me costó un poco aprender a dejar de quejarme. Quejarse es gratis, no requiere pagar impuestos, y puede hacerse todo el día. Es divertido para desestresarnos unos minutos, pero continuar en la queja de forma continua… sólo implica ganarse una enfermedad de por vida.

¿Quieren estar sanos y vivir más años? Conviertan sus quejas en energía para la acción… ¡YA!

Todos tenemos una cantidad de energía vital o libido que repartimos entre los demás y nosotros. Dedicamos a los otros ideas y sentimientos, pensamos en ellos y tenemos una representación de cómo son en nuestro psiquismo. Esta representación requiere una cantidad particular de energía psíquica. Cuanto más queramos a alguien o más importante sea para nosotros, más espacio ocupará en nuestra mente y más libido tendremos destinada para él o ella.

21 días sin quejas


Es el tiempo que necesita el cerebro para adoptar un nuevo hábito. Para dejar de ser víctima y centrar la atención en lo que quieres en lugar de en lo que no te gusta.
Solemos prodigarnos de tal forma con las lamentaciones y los chismorreos que erradicarlos del día a día puede convertirse en un auténtico reto personal. Esto es lo que propuso a sus alumnos Xabier Satrústegui “Soma”, director de la escuela de yoga Witryh. Lo hizo en 2009 y, según señala, muchos de ellos continúan hoy intentándolo. “Todo el mundo creía que lo superaría fácilmente, pero no fue así. Lo consiguieron muy pocos y al cabo de varios meses. Es muy divertido y nos permite percatarnos de muchas cosas de las que no éramos conscientes”, dice.  


Quejarse está a la orden del día entre todos los sectores de la sociedad, y no sólo en tiempos de crisis como los que vivimos. La costumbre nacional de criticar y descalificar en la sobremesa o en el bar, en lugar de actuar y pasar a la acción contribuye a crear un ambiente de negatividad en el que es fácil sentirse una víctima impotente ante todo lo que acontece.

La realidad es que con cada queja hacemos que el problema crezca. Satrústegui lo expresa poéticamente: “Lo mismo que la nieve sólo se derrite cuando el sol aparece, sólo evolucionas cuando, ante lo que odias, hagas que el amor esté presente”. 


 “La vida se transforma a tu alrededor cuando adquieres el hábito de no quejarte, criticar, chismorrear o victimizarte. El paraíso comienza a crearse en tu entorno, el entusiasmo florece, el sufrimiento desaparece, la autoestima crece y la felicidad amanece”, dice Satrústegui. Ahí es nada. 



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